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Un tributo a Duke

Un tributo a Duke

             Guau, guau, guau. Tenía 2 meses de nacido cuando Alex lo conoció. Era negro como la oscuridad, de ojos expresivos y mirada profunda, tierno y juguetón. Era Duke, un Labrador negro que irradiaba vida, energía y por su puesto puro amor.

            La mamá de Alex había conducido 2 horas para ir a recogerlo, sin saber que Duke se convertiría en el mejor amigo de su hijo de 7 años por la próxima década. Durante dos horas del trayecto de regreso Duke durmió en las piernas de él plácidamente; Alex lo besaba, lo abrazaba, lo acariciaba. Desde el primer día fue como si estuvieran destinados a estar juntos.

            Ya en casa no se sabía cuál de los dos era más feliz. Jugaban en las mañanas, en la tarde y en la noche; tenían hasta la misma personalidad, todo en la vida era juego, aventura y diversión. Si Alex iba al baño, Duke lo seguía y le esperaba en la puerta; cuando Alex salía para la escuela, Duke se sentaba en su cama y volvía a la vida cuando se acercaba la hora de su regreso; cuando Alex hacía su tarea, Duke se sentaba al lado como guiándolo; cuando Alex estaba triste, Duke se veía afligido y se sentaba a su lado como compartiendo su pesar.

         Así transcurrieron los años; Alex se convirtió en un adolescente y con el paso del tiempo llegaron las fiestas, su interés por las chicas, lo amigos en plan de aventura. Aunque Alex se distanció un poco, Duke siempre estuvo allí; él era parte de las fiestas, estaba siempre entre las reuniones de amigos y que decir de las niñas, ¡lo amaban también! Duke se ganaba el corazón de todo aquel que tuviera la oportunidad de verlo, consentirlo o jugar con él.

         Pero con el paso del tiempo no solo cambian los intereses y las relaciones; también la salud del cuerpo pasa factura y Duke enfermo. Alex se dio cuenta de lo importante que Duke era en su vida y volvió a acercarse como nunca a él. Jamás volvió a dejar la casa sin darle un beso de despedida a Duke; Duke iba en el carro con la mamá todos los días para llevar y recoger a Alex en la escuela; fue un tiempo de manifestación de amor incondicional y cohesión total.

         Sin saber que el fin se acercaba ambos compartieron dos semanas muy especiales. Es como si cada uno estuviera cuidando al otro; como si estuvieran preparándose para la separación; como si entendieran que la partida era eminente, pero su amor existiría por siempre. Así llego el día en el que Duke partió hacía el “Rainbow Bridge”, dejando a Alex devastado con su ausencia.

      Duke el amigo de toda su vida se había ido, ya nada volvió a ser como antes. En la casa solo había silencio; las mañanas y las tardes de juego se llenaron de lágrimas; los momentos de risas, se volvieron más lagrimas; las salidas con amigos, los paseos en carro, ya nada tenía sentido sin Duke, solo había lágrimas y más lágrimas. Alex lloró tanto que parece que Duke lo estuviera consolando desde el más allá y su llanto se convirtió en fuerza interior.

     Alex siente hoy la presencia de Duke de otra manera; aunque no está allí para jugar, si lo está para inspirarlo y retarlo a sacar lo mejor de sí mismo; Duke fue amor puro, leal y verdadero en toda su expresión; su recuerdo es una alabanza al amor y una promesa a Alex de que el amor une a los seres vivos por siempre. Alex sabe que su amigo siempre estará a su lado desde otro plano para guiarlo y que algún día se juntarán de nuevo en el “Rainbown Bridge”.

¡Hola!

Soy María.

¿Quieres saber un poco de mí y como comencé esta aventura?